Entrevista
Miguel Ángel Delgado: "No tiene sentido que no hubiera películas de ficción sobre los campos de concentración franquistas"
Hablamos con el director y guionista de ‘San Simón’, una atípica mirada a la guerra civil española que llega a los cines tras su estreno en Donosti con Made in Spain

Miguel Ángel Delgado rechaza frontalmente la idea de que se han hecho demasiadas películas en España sobre la guerra civil. “Cuando se acabó el franquismo, se instauró la idea nefasta de que era mejor no hablar de la guerra civil porque abría heridas. Eso nos ha impuesto una distancia temporal con los acontecimientos, que, por ejemplo, en otras cinematografías no pasó”, lamenta el director y guionista de ‘San Simón’, la primera película de ficción ambientada en uno de los 300 campos de concentración de la dictadura española. Tras su estreno en Made in Spain, dentro del marco del Festival de San Sebastián, la película se estrena hoy en más de veinte cines, la mayoría de ellos en Galicia. “Nos hemos concentrado en un lanzamiento más local. La historia está aquí y nos parecía que era donde teníamos que concentrar el primer esfuerzo. A partir de la semana que viene nos abriremos a otras ciudades”. 48 horas antes de su conversación con Kinótico, Delgado estaba presentando la película en Brasil.
‘San Simón’ nos lleva hasta octubre de 1936, cuando el régimen convierte el antiguo lazareto en un lugar de muerte donde los prisioneros sufren la represión rodeados de una belleza abrumadora. Siete años después, Lamas, un preso de la isla, recuerda la historia de los hombres y mujeres que, como él mismo, sufrieron la represión en este pequeño enclave de la costa gallega. La película se ha rodado en los escenarios reales en los que sucedió una tragedia que afectó a más de seis mil personas.
Entre los miembros del equipo artístico y técnico hay varios hijos y nietos de los presos de San Simón. “Emocionalmente ha sido difícil para todo el equipo rodar en el lugar al que llegaban todos los presos”, reconoce el cineasta. “Lo sentimos todos, y a la vez pensamos que precisamente era la reivindicación de un espacio que ha atesorado toda esa memoria y que viene también siendo un lugar de disputa sobre la necesidad de plantear cómo gestionar los lugares de memoria”. Un dato a tener en cuenta: hasta hace apenas un mes no se había reconocido San Simón como un lugar de memoria a pesar de que allí perdieron la vida más de 500 personas.

Dirigir una película sobre ‘San Simón’ ha sido un proceso muy largo. ¿Qué fue lo que te llamó la atención, la chispa de San Simón, la película?
En noviembre se cumplirán cinco años desde que empecé en este proyecto. Para mí el motor de la peli siempre ha sido la contradicción. Todo parte de descubrir un lugar increíble como la isla de San Simón. En un primer momento me hablaron de la historia del Lazareto, de San Simón, y del lugar que ocupa en la cultura gallega. Es una isla muy querida y con una gran tradición. Encontré un lugar maravilloso, pero a la vez descubrí que tiene una historia terrible. Me enteré de su existencia cuando estaba investigando sobre islas-cárcel para un proyecto artístico que iba a suceder en Tabacalera Espacio Promoción del Arte, en Madrid. Ahí fue cuando me dijeron: ‘Eso es como lo de la isla de San Simón en Vigo, ¿no?’. Y no sabía de qué me hablaban. Me llamó la atención cómo no miramos a lo más cercano y a lo inmediato, como es la guerra civil en España. Ese fue el origen de todo.
¿Qué piensas cuando se pide que dejemos la guerra civil atrás y simplemente miremos hacia adelante?
En primer lugar está una cuestión tan básica como que no podemos mirar atrás cuando hay víctimas, porque lo que estamos haciendo entonces es una afrenta. No podemos mirar a otro lado cuando todavía tenemos víctimas sin identificar y personas desaparecidas. Eso implicaría estar faltando a un mandato básico de una sociedad democrática. Hay que condenar los crímenes de lesa humanidad y darle respuesta. Hay una cuestión ética que obviamente nos impide a todos mirar para otro lado. Aparte de esta cuestión, que para mí es obligatoria, está la cuestión del cine, y de si cinematográficamente tenemos que abordar otros temas o no. Me parece que eso entra dentro de la libertad de cada creador, entender qué le mueve y qué le apela. La historia de ‘San Simón’ me pareció fascinante y me parece que no podemos mirar hacia otro lugar. Por otro lado, en realidad se han hecho pocas películas sobre la guerra civil. No hay muchísimas, como algunos creen. Ha habido pelis que se han ambientado en la guerra civil, de las cuales con muchas cabría preguntarse si se podrían haber hecho en otra época y el resultado hubiera sido el mismo. Me parece que es muy cuestionable cuánto tienen en realidad de esa época y de la guerra civil. En todo caso, no tiene sentido que hasta 2025 no hubiera ninguna película de ficción española sobre los campos de concentración franquistas con la cantidad de películas hay en otras cinematografías como la francesa, alemana, estadounidense, británica… Me parece una cuestión urgente.
La película se abre y se cierra con unas cartelas que explican en profundidad el contexto alrededor de ‘San Simón’. ¿Cómo fue el planteamiento de la película, teniendo por un lado las necesidades didácticas de la película y por otro las narrativas?
Quería que la película respondiera a una cuestión que quería abordar frontalmente: la construcción de la memoria. ¿Qué entendemos hoy como memoria democrática? ¿Cónde se produce? ¿Cuáles son esas instancias de memoria? ¿Dónde reside esa memoria? ¿Cuáles son esas fuentes de memoria a las que hoy podemos acceder y a las que necesariamente tendríamos que darle una lectura democrática? En el caso de San Simón, es una memoria fragmentada, rota, dispersa, que se ha conservado en lugares muy diversos. La película tiene algo de archipiélago. También se apoya mucho en los vacíos que hay en esta historia. En gran parte del metraje nos volcamos en los silencios y en el destino de gente sobre la que no sabemos qué pasó con ellos. Es algo que ya surgió durante la fase de documentación, cuando aparecían cuerpos desconocidos y sin identificar. Nunca sabremos qué pasó con ellos. La película encierra esa cuestión de memoria fragmentada y rota. Necesitábamos darle un marco al espectador para crear un juego de equilibrio y compensar que luego la película no tiene una narrativa tan estandarizada, tan clásica, que ofrezca toda la información de una forma ordenada. Pero es que no podía serlo, porque la memoria de un lugar como San Simón no es así.

¿Cómo fue el debate interno sobre lo que enseñar y lo que no enseñar, y cómo hacerlo, de lo que pasó en un lugar en el que perdieron la vida 600 personas?
San Simón es uno de los 300 campos de concentración que hubo en España. Era un lugar particular, porque es una isla. Por su ámbito geográfico, es un lugar de encierro y aislamiento. Quería potenciar ese espacio, pero a la vez me llamó la atención la idea que no había una iconografía concentracionaria y que no responde a la iconografía esperada de un campo de concentración. En España había lo que ellos llamaban las prisiones habilitadas. Ahí había de todo: colegios, monasterios, plazas de toros… San Simón me parecía particular por el hecho de ser un espacio abierto, pero también cerrado. Me llama la atención cómo su exiguo territorio, porque apenas supera los 200 metros, era un lugar de concentración, lo que lo convierte en un universo cerrado sobre sí mismo. Todo eso con la particularidad de que todo esto pasó en zona sublevada y controlada por el ejército golpista desde los primeros momentos, así que tampoco había un lugar donde escapar.
En ‘San Simón’ he dado curso a lo que ocurrió en la isla. Eso es lo que estructuró la película. Hubo tres etapas en la colonia, marcadas un poco por el devenir de la guerra. Abordamos momentos violentos, como las sacas, pero es verdad que la violencia en San Simón no era tan explícita. La mayoría de víctimas en San Simón vino de las condiciones de vida, la falta de alimentos, la falta de medicación, la falta de cuidado o atención de las personas… Eso es lo que produjo el mayor número de víctimas y quería que eso estuviera en la película. Quería huir de cierta puesta en escena de la violencia. Quería que la película se sintiera como un relato sobre la memoria, sobre la construcción de la memoria y en ese sentido se enuncia a sí misma como construcción. No estamos atendiendo directamente a qué fue San Simón, sino que estamos atendiendo a la memoria de San Simón y para eso era necesaria una distancia.
La película está rodada en blanco y negro, apenas utiliza música y mezcla actores profesionales con naturales. ¿Cómo fue el planteamiento formal de ‘San Simón’?
Tuvimos claro que la rodaríamos en blanco y negro desde el inicio. No queríamos hacer una reconstrucción histórica, pero sí emplazar la película. La película se desarrolla en tres tiempos: del 36 al 43, el traveling en el presente y ese breve regreso a 1992 cuando los presos pudieron volver a la isla estando ya en libertad. La película transcurre en tres tiempos, aunque el 98% transcurre del 36 al 43. Como para mí era una historia que habla de la construcción de la memoria y cómo funciona, quería que el relato se sintiera como un relato construido. Tenemos los acontecimientos y después está la memoria que sirve para darle lectura a esos acontecimientos. Por eso pensamos que el blanco y negro nos ayudaba a generar esa distancia que permitiera hacer sentir a la película un espacio rememorado y un relato construido.
Todo tenía que ver también con que veníamos de una dictadura de 40 años en la que no se podía hacer nada contrario a las ideas del régimen. Cuando se acabó el franquismo, se instauró la idea nefasta de que era mejor no hablar de la guerra civil porque abría heridas. Eso nos ha impuesto una distancia temporal con los acontecimientos, que, por ejemplo, en otras cinematografías no pasó porque ellos sí pudieron abordar enseguida la cuestión de los campos de concentración. Hay películas de los años 40 y los años 50 en las que ya se contaban esas cosas. En España era imposible. Eso nos pedía una posición de distancia con los acontecimientos que yo no pude evitar. Creo que la propuesta formal nos ayudaba a generar esa distancia con lo que pasó. Me parecía una aproximación honesta a un relato al que he podido acceder a partir del relato de familiares y de gente con memoria democrática que han hecho sus investigaciones y que me han contado lo que ocurrió allí. Todo eso atraviesa la apuesta formal de la película.
La idea de hacer esa narración fragmentaria, de no coger un solo personaje, tiene que ver con el hecho de que, aunque tenemos documentos reales de lo que ocurrió en San Simón, solo teníamos documentos sobre consejos de guerra, partidas de fallecimiento, partidas de enterramiento de cadáveres que se habían ahogado intentando fugarse… Pero no tenemos grandes descripciones de emociones, ni diarios que nos narren las emociones que vivieron. Quería ser fiel a la naturaleza de los documentos de memoria que tenemos, y eso se traduce en el ritmo y en la forma de escribir la película.

Has hablado de que no te interesaba tanto la la esta historia desde el punto de vista de la crónica negra, sino desde valores como la democracia, la dignidad, la libertad o los derechos humanos. ¿Se nos olvida a veces un poco la parte más humanista a la hora de revisar historia?
Sin duda. La isla de San Simón no es una historia desconocida, porque evidentemente ha habido muchos investigadores e investigadoras que han trabajado sobre su historia, también en los ámbitos académicos. Pero falta todavía hacer una revisión completa, un trabajo sistemático de la historia de San Simón, que es algo que siempre ha caído en determinados ámbitos. No podemos olvidar el hecho de que la memoria esté viva, que está relacionada con nuestras problemáticas actuales y que nos ayuda a pensar el presente desde el pasado. Robert Rosenstone, el historiador de cine, habla sobre la necesidad de construir historias lo suficientemente ricas en el pasado para que nos interpelen también de una forma amplia en el presente. Ese es el espacio que esperamos construir con la película.
¿Qué conversaciones te gustaría que provocara esta película?
Me gustaría que la película abriera un espacio de diálogo que ha estado cerrado, incluso institucionalmente. No se han abierto canales ni se han abierto diálogos. La película no trata de dar una respuesta clara de qué fue San Simón, sino más bien plantear un lugar, un espacio y recuperar un lugar de memoria. Toda la película nos conduce a ese travelling final para que miremos la isla por primera vez desde la perspectiva de la memoria. Me gustaría que ‘San Simón’ permitiera cruzar opiniones y perspectivas de trabajo, que es lo que está ocurriendo allí donde estamos enseñando la película. Muchísima gente nos está diciendo, que desconocía esta historia había pasado en España. Eso está ocurriendo en 2025 y no puede ser.
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