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Crítica | Festival de Cannes

'Club Zero': Mia Wasikowska eleva los trastornos alimentarios como nueva revolución social

Jessica Hausner convierte en protagonista de su última película, presentada en el Festival de Cannes, a un grupo de alumnos de un colegio de élite

Cannes·Actualizado: 23.05.2023 - 04:02
 Mia Wasikowska protagoniza 'Club Zero', presentada en el Festival de Cannes
Mia Wasikowska protagoniza 'Club Zero', presentada en el Festival de Cannes · Fotografía: Festival de Cannes

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Directora de 'Little Joe' y de ‘Lourdes’, Jessica Hausner podría ocupar alegremente el podio de Ruben Östlund, aupado como nuevo gran genio de la comedia incómoda europea (cuando ella lleva casi treinta años doblegando las contradicciones de la burguesía moderna)… En todo caso, hoy la Hausner vuelve para dibujar la caída de cinco estudiantes de élite en un grupo sectario (el ‘Club Zero’), que cree firmemente que la única posibilidad para salvarse del Fin del Mundo pasa por dejar de comer. No comer, al fin y cal cabo, es eco-friendly y zeroconsumming, o eso razonan les alumnes mientras tiran, por el bien del planeta, la comida que les han servido en el comedor escolar.

La de Hausner sigue la invasión monstruosa de la señorita Novak, una profesora de nutrición (Mia Wasikowska) que llega para impartir su método de “Comida a Consciencia” a un colegio privado de alto standing, un centro que es pólvora para ideas peligrosas a pesar de su espíritu progre (‘Club Zero’ reconoce taras irreparables entre el discurso aprendido y una práctica coherente, interseccional). Comer, naturalmente, puede leerse desde una perspectiva –replico textualmente– como una farsa de dimensiones políticas bien cargadas.

En ‘Club Zero’ replica con brillo alguna de las fórmulas habituales de la farsa hausneriana, empezando porque el uniforme del instituto sea amarillo verdoso, color vómito. Hausner imprime en el centro de su estrategia visual el corazón de su película, los efectos monstruosos a los que llevan las presiones de la institución. Muy cerebral, la puesta en plano privilegiará enfrentarnos con los desafíos de cada uno de sus protagonistas, siempre entrañables: primero, la señorita Novak, instigadora del mal que vive sola, ha montado su empresa de tés y tiene un punto de ternura innegable.

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