Crítica | Festival de Málaga
Tan dentro, tan cerca: 'Jone, a veces' y el amanecer de Sara Fantova en el Festival de Málaga
La directora de 'La filla d'algú' debuta en solitario con una mezcla entre el 'coming-of-age' y el artefacto afectivo protagonizado por una excelente Olaia Aguayo

Hay un cine de sensaciones, cincelado a paseos, lloros y suspiros, que muchas veces se pasa por alto en favor de la grandilocuencia -a veces tóxica- de aquel que prefiere desatarse, desencadenarse. Somos culpables. Esa tendencia locomotora, que es en realidad lo único malo del materialismo, es la misma que nos ha llevado durante siglos a calentar la silla en la oficina (por mucha 'Severance' que nos haya dado) y la que nos ha hecho entender, de manera errónea, que la historia es progreso. Por eso, y porque detenerse para oler las flores también puede ser un gesto revolucionario, es tan sumamente grato encontrarse con una película como 'Jone, a veces', debut en solitario al frente de un largo de Sara Fantova. La directora vasca, que ya había firmado en colectivo 'La filla d'algú', amanece en el Festival de Málaga con una película a medio camino entre el 'coming-of-age' y el artefacto de afectos, un delicado retablo sobre la ansiedad con la que nos suele abrazar la adultez y la revelación absoluta de su protagonista, la actriz Olaia Aguayo.
Aunque el diccionario no lo recoja, deberían ustedes fiarse: hay una parte importante de Latinoamérica, aprovechando el desembarco estos días en la Costa del Sol de tanto y tan buen cine de allí, en la que un "alcachofazo" sirve para definir el fin de la inocencia. Aquí, imagino, diríamos que equivale a caerse del guindo. Eso es, en esencia, lo que nos quiere contar Fantova en su película a través de dos vías: una primera y más obvia, en la que la protagonista no solo tiene que lidiar con el duelo fantasma de una madre fallecida hace años, sino que también debe ser consciente de la enfermedad degenerativa que le acaban de detectar a su padre (siempre correcto, Josean Bengoetxea); y otra segunda, donde en realidad radica el buen hacer de la realizadora, en la que la Semana Grande de Bilbao se convierte en motor de catarsis para que la mujer se despida de la niña gracias a los cuidados, aquellos que da, aquellos que recibe y aquellos que, a partir de ahora, tendrá que saber procurarse a sí misma.

Y es que el guion, escrito por la propia Fantova junto a Nuria Martín y Núria Dunjó está estructurado de la manera más inteligente posible para la historia que le interesa contar: después de localizar a la protagonista, situarla en el mapa geográfico y en el plano emocional, el libreto se encarga de que cada escena la lleve hacia un punto distinto de evolución. Desde la desesperación por ver cómo la autoridad se desvanece en favor del hombre, efímero, que la ha criado, hasta el descubrimiento de lo romántico como compañero temporal de viaje, 'Jone, a veces' se las arregla para sintetizar en apenas 80 minutos toda la complejidad de la experiencia post-adolescente. Buena parte del mérito es de Oriol Milan desde el montaje, en el que se combina la narración convencional con la lectura de unos diarios -en off, y a la vera de la ría- que sirven como prefacios a cada parada en el bello viaje que propone el filme.
Todo ello, sin embargo, carecería de frescura, de singularidad en el cine español contemporáneo, si Fantova no decidiera que el cuándo es tan importante como el qué y el cómo. Rodada en plenas fiestas de la capital vizcaína, una Aste Nagusia que consume para bien y para mal el corazón de los bilbaínos durante unos días, 'Jone, a veces' es uno de los retratos de celebración más fehacientes, realistas y legítimos que hemos visto en los últimos años. La capacidad de la directora para llevarnos al corazón de la fiesta popular, esa que aquí se escribe en txosnas pero que empata con la emoción de '120 pulsaciones por minuto' (2017) y el verité escondido en el cine de Ladj Ly ('Los miserables'), es abrumadora. No hay trampa ni cartón, solo un precioso abanico de sentimientos que vienen de tan dentro, y se dejan notar tan cerca, que el ejercicio de identificación se vuelve inevitable.
Con todos los peros que se le puedan encontrar a una ópera prima que no tiene miedo a desgranarse a sí misma, 'Jone, a veces' es una de esas películas que crecen en el recuerdo -quizá por nostalgia comparativa, quizá por estricta fuerza de cine- y que nos vuelven a demostrar que la marea de debuts tardíos en nuestra industria es el síntoma de una enfermedad edadista para con el talento. La película de Fantova, de la que desde ahora esperamos más y todavía mejor, debería ser un acicate para seguir dando cabida a nuevas voces, a perspectivas únicas que nos ayuden a desenmarañar las realidades neonatas: bien sea por su retrato de la aritmética de los afectos, bien sea por su capacidad para que el referente empático se cuente en femenino y en plural, 'Jone, a veces' es la primera película mayúscula que deja ver el sol en el Festival de Málaga.
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