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Crítica | Series

'The last of us' incorpora nuevas piezas en el inicio de una segunda temporada que se atisba más brutal en la acción y la emoción

Max, que ya ha renovado la serie creada por Craig Mazin y Neil Druckmann para una tercera temporada, estrena el primer episodio de la segunda este lunes en España

Madrid·Actualizado: 14.04.2025 - 03:57
Pedro Pascal en un fotograma de la segunda temporada de 'The last of us'
Pedro Pascal en un fotograma de la segunda temporada de 'The last of us' · Fotografía: Max

Han pasado cinco años en el universo de ‘The last of us’ (dos en el mundo real) desde aquella escena en la que Joel (Pedro Pascal) eligió mentir a Ellie (Bella Ramsey). ¿Fue un error? Obviamente, sí. ¿Cualquier padre (o incluso ser humano en general) habría tomado esa misma decisión en su situación? También sí. Al menos, pongamos, en el 98% de los casos. La cuestión es que, lanzada la mentira, ahora toca lidiar con sus consecuencias. Esa escena, tan emotiva y dolorosa como trascendental, estaba predestinada –o lo que es lo mismo, escrita– para marcar el devenir de la relación de Joel y Ellie. Y, por tanto, de la propia serie, como se plantea en el primer episodio de la segunda temporada, que se estrena este lunes en Max en España y que es él único al que se ha dado acceso previo.

Valorar una serie –por cierto, ya renovada– por su primer episodio es como juzgar un libro por su portada. Aún así, si el diseño de la cubierta resulta lo suficientemente llamativo y ha sido esbozado con intención, este puede servir para hacerse una idea de lo que el lector se encontrará en las páginas interiores. Y eso es, exactamente, lo que ocurre con el primer episodio de la segunda temporada de ‘The last of us’, titulado ‘Future days’. Basta con esa primera toma de contacto para atisbar muchas de las intenciones de Craig Mazin y Neil Druckmann para los próximos seis episodios. Lo que contiene esta hora de televisión de alto presupuesto y mayor calidad es una tupida y cuidada red de tramas y subtramas que crecen, se complican y maduran con respecto a la primera. En lo que respecta a la pareja protagonista, es decir, Ellie y Joel, la compresión y confianza que alcanzaron hace cinco años se ha resquebrajado. Algo se ha roto entre ellos y Ellie, que ahora tiene 19 años y está dejando la adolescencia atrás, no solo se ha distanciado de un Joel más ajado y añoso, sino que le castiga con su indiferencia, su silencio y la distancia. Le duele a él y le dolerá al espectador.

En la seguridad de Jacksonville, arropados por la familia que forman junto a Tommy (Gabriel Luna), María (Rutina Wesley) y su hijo y sin tener que preocuparse cada día por cómo cubrirán sus necesidades básicas o por si habrá algún infectado esperándoles a la vuelta de cada esquina, padre (putativo) e hija (adoptiva) pueden concentrarse en ser seres humanos, en prestar atención a sus emociones. Sin olvidarse, eso sí, de lo que hay ahí fuera. La chica inmune está enfadada, o puede que decepcionada. Su otrora huraño y cascarrabias porteador, dolido y en terapia. Y mientras Ellie ha crecido, tiene amigos de su edad y sigue buscando su identidad en medio del apocalipsis que les rodea con el amor llamando a su puerta, Joel lidia con una situación de desorientación existencial y segunda oportunidad como padre que no sabe cómo gestionar. Que su relación sea más abierta, en un pueblo idílico que recuerda al mundo pre-Cordyceps, da entrada a un abanico de nuevos personajes que, para no ‘gamers’, serán un descubrimiento enriquecedor. Para los ‘gamers’, incorporaciones deseadas. Además, el Cordyceps también depara algunas sorpresas.

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