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Crítica

'The Studio', una serie irregular nacida para ser de culto que se mofa de la industria del cine

La serie capitaneada por Seth Rogen, compuesta de diez episodios, está ya completa en Apple TV+ para disfrute de un perfil de espectadores muy concreto

Madrid·Actualizado: 22.05.2025 - 05:30
Seth Rogen y Ron Howard en un fotograma de 'The Studio'
Seth Rogen y Ron Howard en un fotograma de 'The Studio' · Fotografía: Apple TV+

‘The Studio’, la serie de Apple TV+ estrenada el ahora tan lejano 26 de marzo, completaba este miércoles, 21 de mayo, una temporada de 10 episodios que cierra un recorrido irregular –hay cierto valle hacia la mitad de su emisión tras el que le cuesta recuperar altura–; una retahíla de cameos y personajes episódicos envidiable (tanto por poderío económico como por agenda de contactos); y una ventana al mundo de la industria del cine cargada de ironía, desvergüenza y mala leche. La firmada por Peter Huyck y Alex Gregory, junto con Seth Rogen, Evan Goldberg y Frida Pérez, fue concebida como serie de culto para un 'target' de espectadores muy concreto y con cero interés en trascender más allá del nicho. Nada que objetar.

Tras el globo desinflado que fue la anterior (y reciente) incursión de la comedia seriéfila en el metauniverso de la industria del cine y las series, léase ‘La franquicia’, había expectativas e interés por ver qué habían hecho Seth Rogen y su equipo en ‘The Studio’. Los tráilers previos avivaron la llama de la esperanza y el estreno de los dos primeros episodios confirmó que sí, que esta era la buena, la que había dado en la diana no solo con la propuesta y la premisa, sino con el tono. ‘The Studio’ no es ágil, es frenética. Sus personajes hablan mucho y muy rápido. Y, como buenos alumnos de la ‘escuela Sorkin’, están en (casi) continuo movimiento. Al frenesí contribuye una banda sonora con mucho jazz y percusión que para oídos sensibles puede resultar un tanto cargante. Tanto como sus personajes, que viven cada minuto de su profesión y decisión como si se tratase de una operación a corazón abierto. Porque, y ahí está la gracia, la ironía y la mala leche que destilan los guiones, en Continental Studios todos creen estar haciendo algo sumamente importante, vital para el universo. Incluso hay quien considera que su trabajo es artístico, aunque para el resto del mundo solo se trate de números y firmas.

Lo estimulante de ‘The Studio’ es que mira al ombligo de la industria y lo hace desde la broma y ridiculización continua. Sus diálogos y acciones se ríen de los ejecutivos de los grandes estudios, del sistema, del modelo de negocio, de la ‘dictadura de lo políticamente correcto', del inmenso abanico de egos que pululan por ahí y, también, de las estrellas, sus filias, sus fobias y sus ansias de reconocimientos/premios. La primera temporada se convierte en un auténtico crisol de realidades y personalidades llevadas al extremo hasta el punto de que, amén de lo reconocibles que puedan ser patrones de comportamiento y situaciones plasmadas en pantalla (en Variety mencionaban en su crítica el hackeo de los correos de Sony de hace unos años como punto de partida).

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