Entrevista
Miguel Gomes: "La coproducción es lo único que permite hacer películas como 'Grand Tour' en países más pobres o pequeños"
Entrevista con el director portugués, que presenta a competición ‘Grand Tour’ en Seminci después de ganar el premio a la Mejor Dirección en Cannes

En Kinótico, durante nuestra cobertura especial de la Seminci 2024, hemos charlado con Miguel Gomes, el director portugués que presenta a competición ‘Grand Tour’ en el festival vallisoletano después de ganar el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes. Entre el documental y la ficción, la nueva película del autor de ‘Tabú’ es un arrollador poema visual, un fascinante viaje por el sudeste asiático que se convierte de principio a fin en un homenaje a la belleza a través de los tiempos.
El viaje de ‘Grand Tour’ empieza en Rangún, Birmania, en el año 1917. Edward, funcionario del Imperio Británico, huye de su prometida Molly el día que esta llega para casarse. Durante su viaje, sin embargo, el pánico da paso a la melancolía. Contemplando el vacío de su existencia, el cobarde Edward se pregunta qué habrá sido de Molly... Decidida a casarse y divertida por la jugada de Edward, Molly le sigue la pista a través de Asia. En manos de otro cineasta, este punto de partida podría convertirse en una comedia romántica de aventuras para todos los públicos. Una vez se le pasa el filtro de un autor irrepetible como Gomes, el resultado es muy diferente. “Tiene algo de romance, pero también de una película clásica de aventuras o lo que llaman 'dreadlocks', un viaje por el mundo como los que se hacía en los primeros años del cine. Eran travesías que se hacían para filmar lugares lejos del país de producción. Hay muchos elementos distintos en esta película”, admite el portugués.
La idea de ‘Grand Tour’ se le ocurrió después de leer dos páginas de un diario ficcionado de Somerset Maugham, un escritor de principios del siglo XX. “Es autor de algunos libros muy populares, pero lo que me interesó fue un relato sobre un viaje que había hecho por el sudeste asiático. En sus páginas aparecían templos, mercados y ciudades, pero también encuentros con personas que le llamaban la atención”. Una de esas personas era un hombre que conoció en la antigua Birmania y que antes de casarse huyó de su novia y emprendió un viaje por diferentes rincones del continente asiático, mientras le seguía pacientemente con la esperanza de acabar pasando por el altar, tal y como acabaría sucediendo tras superar una travesía que ahora Gomes utiliza para llevar el cine de aventuras por nuevos derroteros.
‘Grand Tour’, que llegará finalmente a los cines españoles en primavera a pesar de que se anunció su estreno para el 8 de noviembre, está compuesta por secuencias narrativas rodadas en estudios de Lisboa y Roma e imágenes de archivo filmadas en 16 mm que el cineasta portugués rodó en los primeros meses de 2020 acompañado por ocho aventureros más, como el director de fotografía Sayombhu Mukdeeprom, colaborador de cineastas como Apichatpong Weerasethakul y Luca Guadagnino. Cuando llegaron en febrero de 2020 a Japón, descubrieron que el mundo estaba a punto de saltar por los aires por culpa de una pandemia. Dos años después y harto de esperar, el cineasta cambió sus planes y un equipo local rodó en localizaciones chinas mientras Gomes les dirigía desde la distancia, en mitad de la noche y con multitud de monitores en las que veía las imágenes que llegaban desde miles de kilómetros de distancia.
A lo largo de sus dos horas de duración, ‘Grand Tour’ desafía a la audiencia a reinterpretar lo que históricamente hemos entendido como una película épica. “Diría que es épica a su manera, porque el modelo de producción de esta película no encaja con los cánones de la industria o con cómo se supone que se debe hacer una película ‘mainstream’ o tradicional. Pero sí creo que ese juego del gato y el ratón a una escala tan global le da una dimensión que es verdaderamente épica, no solo por una cuestión de espacio, sino también de tiempo. Esa alternancia entre las imágenes del mundo real y las imágenes que rodamos dentro de un estudio hace que también funcione casi como un viaje en el tiempo”.

La ambiciosa visión del director de ‘Aquel querido mes de agosto’ se hizo realidad gracias a una coproducción entre Portugal, Francia e Italia. Gomes cree que sería imposible hacer una película como ‘Grand Tour’ en su país. “Hay una limitación presupuestaria. Es imposible que una producción cueste más de un millón de euros en Portugal. Esta costó 4, 5 millones de euros. El sistema de coproducción merece ser defendido y es el único que hace posible que se hagan películas así en los países más pobres o más pequeños”.
Gomes todavía no se atreve a sentenciar cuál ha sido el impacto del prestigioso premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes del pasado mayo. “Podré hablar de eso mejor dentro de un año, pero la verdad es que antes de hacer estábamos trabajando en un proyecto muy complicado difícil de producir: ‘Savagery’, una adaptación de un libro del escritor brasileño Euclides da Cunha. Estaba siendo muy difícil”, reconoce un cineasta que ya lleva 16 años dirigiendo largometrajes con una presencia habitual en el circuito de festivales más prestigioso. “Después de la selección en Cannes y el premio, hemos vuelto a trabajar en ‘Savagery’ y parece que todo está yendo mucho más rápido, aunque también creo que es consecuencia del cambió de ciclo político en Brasil y la salida del gobierno de Bolsonaro, cuya llegada al poder provocó algo similar a lo que está pasando hoy en Argentina con Milei”, denuncia el portugués.

Miguel Gomes está considerado como el mayor referente en activo del cine portugués, siguiendo los pasos de su reverenciado Manoel de Oliveira. Esos son dos de los nombres que protagonizan estos días “La revolución en marcha del cine portugués”, una exposición en el MoMA de Nueva York que pone en valor el poder político y los métodos innovadores de los cineastas portugueses, desde los años sesenta hasta la actualidad. “El cine no es una industria en Portugal. Por razones económicas, el mercado del país es muy pequeño. Hay películas y existe la posibilidad de trabajar con otros países y alcanzar un mayor presupuesto, pero creo que es un mundo muy distinto al de, por ejemplo, la industria estadounidense. El cine portugués tiene una cualidad casi casera. Con eso tiene una identidad muy propia en el contexto del cine mundial y más concretamente del cine europeo, aunque la mayoría de las veces las películas sean muy distintas entre sí”.
Según el director de 52 años, “Portugal encontró la personalidad en su cine con la ausencia de la presión industrial y eso se nota. Los directores pueden hacer películas personales de diferentes formas sin que les digan cómo tienen que hacer las cosas, a qué actores contratar o cómo puedes acercarte más al público. Esa cultura no existe porque no hay mucha esperanza de obtener retorno financiero con las películas”, zanja un cineasta que este año aspira por tercera vez a dar la primera nominación al Oscar para su país. Gracias a la distribución en Estados Unidos por parte de Mubi y el prestigio del premio en Cannes, las apuestas están por primera vez de su lado para pasar por primera vez el primer corte de la Academia de Hollywood. Ese sería, sin duda, otro viaje.
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