Obituario

Muere David Lynch, gran maestro del cine y creador de 'Twin Peaks', a los 78 años

El director de 'Terciopelo azul', 'Carretera perdida' o 'Mulholland Drive' padecía de un enfisema pulmonar, condición que le tenía apartado de la vida pública

Madrid·Actualizado: 16.01.2025 - 18:28
El director de cine David Lynch, durante la inauguración de la exposición 'David Lynch Silence and Dynamism' en Polonia, en 2017
El director de cine David Lynch, durante la inauguración de la exposición 'David Lynch Silence and Dynamism' en Polonia, en 2017 · Fotografía: GTRES

Es una simple conversación por teléfono. Uno de los protagonistas de 'Carretera perdida' (1997) habla con Mr. Eddy y el conocido como Mystery Man. Leyendo el guion, uno podría pensar que se trata de una conversación entre amigos, donde incluso se llegan a preguntar cómo están. Vista en la magnitud de la pantalla grande, carcomida por la ansiedad de una fatalidad advenediza, la secuencia se convierte en una de las más aterradoras e inquietantes de la historia del cine. Ese era su poder. Esa será su legado. Según han informado varios medios estadounidenses como 'Variety', y como ha confirmado la propia familia del director, el maestro del cine David Lynch ha muerto a los 78 años.

Responsable y creador de 'Twin Peaks' (1989), 'Terciopelo azul' (1986) o 'Mulholland Drive' (2021), solo algunos ejemplos de una filmografía ejemplar y totémica, Lynch sufría de problemas de salud pulmonares desde hace años, como él mismo había relatado en sus redes sociales recientemente. En 2024, de hecho, reveló que le habían detectado un enfisema pulmonar relacionado directamente con su afición al tabaco, y que "probablemente" no volvería a dirigir. Tras la publicación de su "retirada" en varios medios especializados, él mismo se encargó de declarar que no tenía intención de dejar de hacer cine, aunque fuera de mínimos. Y es que solo en el año que acabamos de despedir, Lynch firmó hasta cinco proyectos audiovisuales distintos, incluyendo 'Will there be anything else?', un corto publicado en julio y hecho a partir de retales de metraje sin derechos y que ya pasará a la historia como su última obra cinematográfica.

Padre de lo raro, espíritu santo de lo espeluznante

"Su cine es la oposición a la idealización de América", dijo de él el filósofo Mark Fisher, que le dedicó parte del ensayo 'Lo raro y lo espeluznante' (Alpha Decay) y que, de luto y terciopelo, nos ayuda a entender la trascendencia totémica de, quizá, uno de los cinco directores más importantes para entender la historia del séptimo arte en Estados Unidos. Nadie se despeinaría, ni siquiera él a pura cima plateada, si ponemos a Lynch a la altura de Hawks, Kubrick o Spielberg, que le eligió, precisamente, para ser el quinto en discordia, el John Ford de 'Los Fabelman' (2022). Nacido en una pequeña población de Montana en 1946, donde el frío de la llanura deja poco espacio para que vibre la imaginación, Lynch quedó marcado desde niño por dos ejes éticos: la dedicación a la investigación y a la ciencia de su padre, lo que le hizo relativizar la muerte y lo tenebroso desde bien pequeño como confesó en varias ocasiones; y su educación en la iglesia presbiteriana, un tipo de calvinismo que brota en el individualismo como ente prodigioso que recorre todo su cine.

El padre de lo raro y espíritu santo de lo espeluznante comenzó su idilio con la pantalla relativamente tarde, ya con 21 años, cuando llegó a Filadelfia a estudiar Bellas Artes. Un año después, Lynch se gastó 478 dólares (en nuestra era, tres sueldos) en su primera cámara Bólex, un trasto de segunda mano que rompió rodando 'The alphabet' (1968), un primer cortometraje en el que mezclaba animación y acción real mientras su entonces novia recitaba el abecedario. Peggy Lentz sería la primera de sus cuatro esposas, en un historial romántico que también incluyó a la cineasta Mary Sweeney -con la que apenas estuvo casado un año- y a la icónica Isabella Rossellini, a la que conoció rodando y acompañó en numerosas alfombras rojas, acaso como realeza en verdad del séptimo arte. "David fue el gran amor de mi vida", llegó a confesar la actriz, que había dejado a Martin Scorsese por Lynch, en su biografía.

La actriz Isabella Rosellini en un fotograma de 'Terciopelo azul', de David Lynch
La actriz Isabella Rosellini en un fotograma de 'Terciopelo azul', de David Lynch · Fotografía: FILMIN

"¿Puedes elaborar un poco tu respuesta?", preguntó el periodista. "No", dijo Lynch seco, que acababa de afirmar que 'Eraserhead' (1977) era "su película más espiritual". Y es que su debut en el largometraje, tratado esquizofrénico sobre la paranoia y declaración de intenciones estética para la posteridad, no solo se ha convertido en lugar de peregrinaje obligatorio para el canon cinéfilo, sino que también ha envejecido como una especie de cápsula del tiempo de lo que pudo ser el cine americano si no hubiera sido transformado por el nuevo Hollywood setentero. Heredero natural del trono desconchado de Casavettes, Lynch abrazaría después la máquina industrial en la excepcional 'El hombre elefante' (1980), descubrimiento al público estadounidense de Anthony Hopkins y su puerta a los grandes estudios. Esos mismos que le maltrataron con su fallida 'Dune' (1984), que él mismo definió como su "muerte en vida", y que le forzaron a volver por sus fueros -ya con Kyle MacLachlan como fiel escudero- en la que probablemente sea su mejor película y un mandato fílmico que se seguirá imitando hasta que no queden pantallas: 'Terciopelo azul', de 1986. Llegó a estar cuatro veces nominado al Oscar, pero solo lo recibió en 2020, a modo de homenaje a toda su carrera.

Sin ella sería imposible entender la creación de 'Twin Peaks', serie que le convirtió en fenómeno de masas de 1989 en adelante, o la financiación siquiera de proyectos tan atrevidos y únicos como la inocente 'Corazón salvaje' (1990) y la inclasificable y citada 'Carretera perdida' (1997). La muerte de Laura Palmer, de la que luego incluso jugaría al largometraje fichando hasta a David Bowie, encapsula a la perfección el espíritu de Lynch: lo inquietante puede ser lúgubre como el descubrimiento de un ente maligno, pero también absurdo como la sonrisa tonta de un policía idealista; la tristeza puede ser desoladora, tanto como para hundir a un pueblo entero en la miseria, pero también puede ser melancólica, vehículo de la decepción adolescente y referente ético generacional. Bastan ahora, en un momento de duelo para la cinefilia mundial, dos notas de la composición de su querido Angelo Badalamenti (cuyas despedidas se separaron menos de dos años), para entenderlo absolutamente todo.

David Lynch rompe una televisión en una fotografía del rodaje de 'Terciopelo azul'
David Lynch rompe una televisión en una fotografía del rodaje de 'Terciopelo azul' · Fotografía: PARAMOUNT PICTURES

Un David Lynch desatado y crepuscular se vino despidiendo del largometraje en la enajenada 'Mulholland Drive' (2001), epítome de sus manierismos y borrador de genialidades. 'Inland Empire' (2006), quizá su obra más estrictamente de género, sería ya la despedida definitiva, como si la luz que transmitía el director en la distancia corta fuera inversamente proporcional a la oscuridad contagiosa en la que se iba perdiendo su cine. Volvería, por última vez, para recordarnos su estatus magistral con una temporada más de 'Twin Peaks': el eco de su última magnum opus, como cada muestra de valor artístico que se le cayó alguna vez de un bolsillo, borró los límites de lo que hasta entonces habíamos dado por encajonado en la televisión. Lynch fue el último alumno del cine independiente americano, el gran ídolo del cátodo en pleno apogeo de la caja tonta y el primero en desdibujar el streaming, en hacerlo líquido. Su muerte, y nos atrevemos a decir que un poco la de todo aquel creyente en el cine, es la muerte también de un tipo de genio inconcebible en nuestra era. Su sombra irrepetible, se alarga desde hoy a la eternidad en su cine. Nuestro cine.

También te puede interesar