Entrevista
'Sugar island' y la amarga verdad de los cultivos de caña de azúcar: "El drama haitiano en República Dominicana se recrudece"
La directora Johanné Gómez Terrero y el productor David Baute explican cómo la coproducción ha ayudado a poner el foco sobre una realidad casi olvidada

Estamos en la calma que precedió a la pandemia. La directora Johanné Gómez Terrero se documenta en los campos de caña azúcar de la República Dominicana para narrar en formato documental la segregación efectiva a la que se enfrentan las comunidades haitianas y afrodescendientes en la zona. El caos posterior y la burocracia impedirán que aquel proyecto acabe viendo la luz, pero no que la realizadora cuente su verdad, desde la libertad preciosista de la ficción, en 'Sugar island'. El filme, que se ha presentado esta semana a concurso en la Sección Oficial del 28 Festival de Málaga, llega hoy a las salas tras recibir varios aplausos en la Costa del Sol y con el espaldarazo de autoridad que significa haber tenido su estreno mundial en las Giornate degli autori, paralelas al último Festival de Venecia. A través de los ojos de Makenya (Yelidá Díaz), y de un embarazo no deseado justo cuando las protestas por las condiciones de semi-esclavitud a las que se enfrentan los trabajadores haitianos alcanzan su cénit, Gómez Terrero narra en el contemporáneo de las tensiones Dominicana-Haití el universal de la explotación humana.
"Hay que pelear. Siempre hay un pulso entre lo que se necesita para cumplir y completar la coproducción y el alma de la película. Siento que la película, eso sí, en términos narrativos, jamás fue cuestionada. Todo lo que quería decir está y, si hubo que pelear en algún aspecto, fue en términos técnicos, de representación por ejemplo dentro del equipo. Es complejo, pero visto con distancia, creo que la coproducción es lo mejor que nos podía haber pasado", narra sincera Gómez Terrero sobre buscar en Europa el último empujón industrial de su filme, y que se encuentra con Kinótico, y con su productor David Baute (flamante ganador del Goya por 'Mariposas negras'), en el marco de la cita andaluza con el cine. Entre la parte española, y la dominicana que representa Guasábara Cine, el filme se ha convertido en un caso de estudio de cómo la suma de fuerzas en clave iberoamericana puede colocar a las películas en lugar de privilegio en el panorama internacional. "Solo con dinero dominicano, era imposible que la película se hiciera. Es la coproducción la que ha permitido que saliera adelante", añade convencida la directora.
"A medida que Johanné [Gómez Terrero] me iba contando la película, íbamos buscando posibilidades de financiación, que siempre es lo más complejo. Al final, se pudo montar una muy buena coproducción entre República Dominicana y Canarias estableciendo un puente que parecía lógico entre dos territorios insulares y conectados también a nivel cultural. Podíamos hablar de experiencias parecidas", explica el productor, parte implicada en el filme a través de Tinglado Film, que también diferencia que el sistema de financiación a aquel lado del Atlántico está basado en los incentivos fiscales y, en España, en las ayudas. "El cambio de documental a ficción, hibridación en realidad, hizo que tuviéramos que readaptar el presupuesto que teníamos. Ahí es donde la directora tuvo que hacer un esfuerzo de entender que no todo se podía rodar, pero todo sí se podía desarrollar. Es un esfuerzo colectivo de adaptación del que estamos muy orgullosos", añade.

Arrebatada en lo estético y desarraigada al canon en lo narrativo, 'Sugar island' intercala estampas argumentales convencionales, de desarrollo de la trama, con retablos vivos -en color y en gesto-, que acaban dando como resultado una especie de costumbrismo brutal que llena el ojo: "Hubo un momento clave en la escritura, dentro de las dificultades, que hizo que tuviéramos que dejar atrás la no ficción. Y fue la inclusión directa de actores y actrices. Ahí no hubo marcha atrás, pero porque siempre había entendido que la película iba a transitar una frontera porosa entre ficción y documental", aclara Gómez Terrero, obligando al rigor de preguntarle a Baute por qué, entonces, complicarse éticamente la vida en República Dominicana en lugar de apostar sus activos a la última "comedia francesa del año". La respuesta, como siempre, es política. "Siempre hemos trabajado con historias arraigadas en el compromiso social. Son cuestiones que nos atraviesan en el día a día y nos apetece contar. Era importante poner en primer plano las situaciones por las que pasan los trabajadores haitianos en esas zonas, se tiene que saber lo que está ocurriendo. Johanné [Gómez Terrero] no solo tiene claro su discurso y su posicionamiento político, si no que también como creadora tiene una capacidad narrativa increíble, bellísima", añade Baute.
Rabiosamente actual por la insidiosa tendencia de la derecha dominicana para con los trabajadores haitianos en el país, en un campo de batalla cultural más que es capaz de trascender incluso a la raza en la isla partida, 'Sugar island' es también un sólido tratado sobre la xenofobia y sus consecuencias, que no por extremas dejan de ser cotidianas: "El drama haitiano en Dominicana se recrudece por momentos. Yo no lo viví de esta manera tan dura cuando era pequeña. Y no era consciente de que la película se pudiera reactualizar, en cierto modo. Hay algo que pasa, y que es muy perverso, y es utilizar a ciertas nacionalidades migrantes para señalarlas como el problema de una nación. Pareciera que el problema dominicano es el haitiano, pero esas dos fuerzas no se pueden entender una sin la otra. El sistema está tan instalado en nuestro interior, que el trabajo tiene que ser hacia adentro. Hay que mirarse, revisarse, y alejarse de los mecanismos que perpetúan estas dinámicas", apunta convincente Gómez Terrero, que incluso llega a explicar que son numerosas las personalidades de la cultura que han tenido que abandonar la isla en los últimos meses por el recrudecimiento de las amenazas de violencia contra el activismo antirracista en el país.

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