Entrevista

'La hermanastra fea' según Emilie Blichfeldt: “Si yo siento algo como bello, es que debe de serlo”

La cineasta noruega compite en Sección Oficial de Sitges con una 'beauty horror' de tacitas que ha sacudido estómagos y prejuicios desde su estreno en Sundance

Sitges·
Publicado:
La directora noruega Emilie Blichfeldt a su paso por el set de Kinótico en el Festival de Sitges 2025
La directora noruega Emilie Blichfeldt a su paso por el set de Kinótico en el Festival de Sitges 2025 · Fotografía: KINÓTICO

Como buena 'body horror', ‘La hermanastra fea’ revisa el cuento de Cenicienta desde el impacto. En ella, Elvira (Lea Myren, también debutante), la hija mayor de una familia distinguida que, para enamorar a un príncipe, se somete a las (muy dolorosas, muy desagradables) operaciones estéticas que en el siglo XVIII empezaban a prodigarse. Eso incluye alegremente narices rotas, pestañas cosidas y una monstruosa tenia. Todo, procedimientos reales de la época. Bromea Emilie Blichfeldt, su directora: “Tienes permiso para taparte los ojos, pero si lo haces y te arrepientes, me he asegurado de que la prótesis estará allí cuando vuelvas a mirar”. El efecto especial naturalmente es práctico: “Quería hacer un cuento de hadas donde los cuerpos de las protagonistas se sintieran reales. En Disney, todos los cuerpos se sienten de plástico, como muñecas, no crees que puedan dañarse”, apunta la realizadora, sobre uno de los títulos más comentados de la 58 edición del Festival de Sitges, y que además llega el 17 de octubre a las carteleras españolas de la mano de Beta Fiction, en el set audiovisual de Kinótico (patrocinado por Repsol y en colaboración con ESCAC).

Quería piratear vuestra relación con la Cenicienta, cambiar para siempre vuestra percepción del personaje. Eso no se consigue con un drama de época, sino con un cuento de hadas a lo grande”. Por lo que cubrió su versión “realista” del cuento con un halo de fantasía. En la película se mezclan vestimentas de distintos períodos históricos (de la Ilustración a los años setenta), y los bailes de salón se convierten en números musicales algo inquietantes bajo los compases de un sintetizador. Además, la cámara se mobiliza, entre televisiva y memética, para seguir las reacciones de Lea Myren, siempre con un punto de simpatía histriónica. “Lea es una punki. Se siente muy cómoda en su cuerpo, y no se piensa demasiado”, argumenta para justificar el distanciamiento que provoca la teatralidad de sus gestos, que no quiso intelectualizar o reducir. “Elvira también arranca la película simplemente existiendo, y es a través de la objetivación de los demás que empieza a ser muy consciente de sí misma. Eso la lleva a ser egoísta y, por tanto, mala persona”.

"Quería piratear vuestra relación con la Cenicienta, cambiar para siempre vuestra percepción del personaje"

Con la intención de no obsesionarse, la directora acordó consigo misma que pondría a la intuición por faro: “Como debutante, prefería excederme que decepcionar. Y he aprendido a mojarme. Si yo siento algo como verdadero, divertido, bello o emocionante, es que debe de serlo”, explica Blichfeldt. Por referente, tuvo especial interés en el cine de los setenta. Cita películas como ‘La bella y la bestia’ de Juraj Herz (1978), que la acercaba al imaginario de los Grimm y a una sensibilidad del Este de Europa, o los ‘Cuentos inmorales’ de Walerian Borowczyk (1973), aunque “son bastante más locas que la mía”.

Fotograma promocional de 'La hermanastra fea', dirigida por Emilie Blichfeldt
Fotograma promocional de 'La hermanastra fea', dirigida por Emilie Blichfeldt · Fotografía: BETA FICTION

Un estudio corporal, cultural

“Durante mucho tiempo llamamos al proyecto ‘La hermanastra’, porque queríamos que la gente fuese crítica con la etiqueta de ‘fea’. ¿Qué es ‘feo’ o ‘bello’? Si quise contar esta historia fue porque en primer lugar yo misma me identificaba con la hermanastra. Tengo una talla 42 y ya sentía la culpa y la pena de ser fea. Hay una sola Cenicienta como existe un solo ideal de belleza, y todo el resto de mundo que trata de caber en sus zapatos metafóricos somos las hermanastras feas”, así resume la cineasta la implicación personal que tuvo para con el proyecto.

En Noruega, es una extendida tradición navideña releer la Cenicienta en familia. Y Blichfeldt (34 años) detalla cómo, de pequeña, quedó totalmente marcada por una ilustración en un álbum infantil donde la hermanastra Elvira sostiene un serrucho sobre su pie, dispuesta a caber, a toda costa, en el zapatito de Cenicienta. “Los cuentos de hadas están mucho más arraigados en nuestra cultura de lo que nos gusta reconocer. Aún contamos la historia de Cenicienta, sin ser muy críticos acerca de la moraleja que estamos transmitiendo a los niños”. Lo cual le genera, como narradora, más de una contradicción: “Al mismo tiempo, me convertí en cineasta para participar en esta cultura, como antes que yo lo han hecho tantos narradores con ganas de darle un giro a las cosas. Así que siento que estoy tomando el relevo de los hermanos Grimm, dándole un giro, para que alguien en un futuro pueda dar otro giro a la historia que yo legue”.


También te puede interesar