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Crítica desde el Festival de Toronto

‘Los que se quedan’, una comedia sofisticada de Alexander Payne que funciona como una tierna lección de humanidad

El director de ‘Nebraska’ y ‘Los descendientes’ invoca el espíritu hogareño de las fiestas para arrancarnos las lágrimas con una lección de humanidad

Toronto·Actualizado: 14.09.2023 - 05:19
'Los que se quedan', dirigida por Alexander Payne y protagonizada por Paul Giamatti
'Los que se quedan', dirigida por Alexander Payne y protagonizada por Paul Giamatti · Fotografía: Courtesy of TIFF

Hay películas hechas para ser vistas en cines enormes, otras en la cercanía de una pantalla de ordenador. ‘Los que se quedan’ pide en cambio reunirnos alrededor de un televisor, como cuando las cintas se rebobinaban: es puro home video. De hecho, la primera cartela, verde póker con la calificación por edades, evoca la estética rotulada de los títulos antiguos, de los setenta… nos lleva atrás, decíamos, a una forma de ver cine doméstica, íntima y compartida. La secuencia que abre la nueva película de Alexander Payne nos pasea por los pasillos de un internado, en travellings suaves (como vistiendo pantuflas en pleno invierno), durante las primeras horas de la mañana del último día de clases antes de las vacaciones de Navidad.

Allí conoceremos a Angus (Dominic Sessa), un alumno de cuerpo delgaducho y desmañado con una mente rápida como su mayor aliado… En realidad, como su único aliado. Angus se queda sin palabras ante la llamada de su madre, en el último minuto, para dejarlo plantado en la escuela durante las vacaciones de invierno. Quedará a cargo del profesor Hunham (Paul Giamatti, ‘El mundo según Barney’), una versión de sí mismo mayor, más cansada y con menos escrúpulos, pero que Alexander Payne encuadra con la misma desidia. Profesor y alumno se detestan, por lo que van a volver la gran cuenta atrás en la que se han convertido las vacaciones, unos días que la película se encarga de fechar rigurosamente en intertítulos. Payne oprime a sus personajes dándoles tiempo libre (aquel tiempo cuando acabamos por perder la noción del tiempo), mientras les recuerda su agenda.

‘Los que quedan atrás’ –es decir, ellos dos– arranca como una comedia sofisticada (screwball) que recurre a las ráfagas de pullas ingeniosas para nuestro entretenimiento, pero que pronto pasa a ser algo más. La extraña pareja es contemplada por la impertérrita Mary (Da'Vine Joy Randolph), encargada del comedor. Su hijo falleció meses atrás en Vietnam. Mary, quizás la persona más rota del instituto, es también la única en comprender el alud sentimental que un rifirrafe ingenioso puede ocultar, y cuyos saltos al vacío va descubriéndonos el magnífico guion de David Hemingson. Pero esta no es una película cruel, sino todo lo contrario. Durante el día las salas pueden estar bañadas del blanco frío de la nieve, que rebota como el eco en las paredes, pero por las noches el grupillo se reúne en un saloncillo cálido a ver la tele con copa de brandy y jerseys rojos teja y verdes oscuros. Alexander Payne moldea el sentimiento de pertenencia apelando a un imaginario familiar sosegado (sofá y manta) al que todes aspiramos.

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