¿Ya eres parte de Kinótico? Inicia sesión

Sigue leyendo este artículo por solo

0,70€

¡O únete a la comunidad Kinótico con una de las siguientes opciones!

Kinótico Pro

  • 3.99

    / mes

  • 39.99

    / año

Kinótico Industria

  • 9.99

    / mes

  • 99.99

    / año

* Sin compromiso de permanencia. Podrás cancelar cuando quieras

Crítica

'Maspalomas' desmitifica la senectud con fuerza 'queer', empatía y un reparto soberbio

Goenaga y Arregi indagan en su propia genealogía como contadores de historias para firmar la gran película española de la Sección Oficial de San Sebastián

San Sebastián·
Publicado:

Actualizado:

José Ramón Soroiz en un fotograma promocional de 'Maspalomas', de José Mari Goenaga y Aitor Arregi
José Ramón Soroiz en un fotograma promocional de 'Maspalomas', de José Mari Goenaga y Aitor Arregi · Fotografía: IRUSOIN / MORIARTI

Ni siquiera los que más saben de esto se logran poner de acuerdo, pero la teoría más extendida es que alguien dio con la pólvora hace unos 1.200 años y en lo que ahora es China. Y, de hecho y en ese momento, ya habían pasado otros doce siglos desde que a Aristóteles se le ocurriera plantear que toda buena estructura dramática tenía que estructurarse en tres actos: escenario, confrontación y resolución. Todo está inventado, pero lo que para unos sería una preocupación, para el colectivo Moriarti es una solución desde la que trascender. Sirviéndose de esa sencillez, tan aparentemente fácil de conseguir pero que encierra demonios narrativos que se han llevado carreras por delante, los directores José Mari Goenaga y Aitor Arregi han presentado 'Maspalomas' en la Sección Oficial del 73 Festival de San Sebastián. La película, protagonizada por un apabullante José Ramón Soroiz, nos lleva a la localidad canaria que da nombre al filme para conocer a Vicente, un hombre ya en los setenta que vive su sexualidad de la manera más libre posible hasta que un ictus lo manda de vuelta a Euskadi y a la vida que abandonó tras salir del armario ya siendo padre de familia.

El reto era harto complicado y la tarea del acercamiento a lo 'queer', hercúlea. El cine de los Moriarti, grande en su exploración de la idiosincrasia vasca y capaz de la excelencia en su relación con la ternura (¿no sería acaso este filme un díptico con 'Loreak'?), no había ahondado casi nunca en la sexualidad. Sí en lo romántico, sí en lo sentimental y lo poético, pero casi nunca en lo explícito, en la dimensión física de la carne. Y, más allá de la descripción textual de una primera escena en la que vemos el día a día de 'cruising' del protagonista, lo cierto es que la delicadeza con la que se acercan los directores a prácticas (casi) siempre fechitizadas o espectacularizadas en el cine español, es encomiable. No se trata de enseñar o no, se trata de para qué. Todo pasa por la naturalidad con la que 'Maspalomas' mira a su protagonista, lleno de todos los grises que le faltan al arcoíris, para darle la mano y acompañarle en un viaje, el de estar en paz consigo mismo, que quizá no logre finalizar hasta que no lo hagan sus días. En ese proceso, es el cambio de mirada de Soroiz, de acto en acto, el que articula poderosa la que ya podemos definir como la gran película española de este año en el Zinemaldia.

Nagore Aranburu y José Ramón Soroiz en un fotograma de 'Maspalomas', de Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga
Nagore Aranburu y José Ramón Soroiz en un fotograma de 'Maspalomas', de Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga · Fotografía: IRUSOIN / MORIARTI

También te puede interesar