Entrevista
Pavel Giroud ('El caso Padilla'): "Lo bueno de recoger un premio es que puedo hacer visible el drama de mi país, Cuba"
La multigalardonada producción cubana-española opta al Goya en siete candidaturas y ha ha sido nominada en los Forqué como Mejor Documental del año
Un día a Pavel Giroud (La Habana, 1973) le hicieron llegar una copia de un material audiovisual rodado una noche de 1971. Muestra al poeta Heberto Padilla, liberado después de 38 días de cárcel y tortura. En blanco y negro, frente a un público de colegas e intelectuales, Padilla hace una suerte de autocrítica. A raíz de la publicación de su poemario ‘Fuera del juego’ (1968), al adepto de la revolución Fidel Castro lo había acusado de "traición a la patria" y "contrarrevolucionario". Paulatinamente bañado en sudor durante esas tres horas de inmolación verbal, Padilla calla. Aquella alocución no será suficiente ya que moriría en el exilio.
En la multipremiada ‘El caso Padilla’, que opta al Goya en siete candidaturas, así como a los Feroz y a los Forqué, Pavel Giroud (‘Playing Lecuona’, ‘El acompañante’) usa ese material oculto durante cinco décadas como la médula espinal de un fascinante, trepidante y a la vez aterrador relato. Kinótico conversó con el cineasta cubano asentado en España sobre la realización de esta película, el efecto que ha tenido, así como las posibilidades de ser galardonada en esta temporada de premios.
Llevas un año viajando con ‘El caso Padilla’, ¿cómo ha cambiado tu percepción hacia la película?
Yo lanzo la película con muchas inquietudes y dudas. Sabemos lo complicado que es el fenómeno Cuba, cuesta mucho trabajo que se condene lo que ocurre allí porque entran en conflictos ideológicos de mucha gente que defiende lo que Cuba representaba, y si alguna vez alzaron su voz para para apoyar al régimen cubano, a la Revolución cubana como se le conoce, pues hoy día convencidos de que las cosas no son como se pintaban, pues prefieren callar y mirar hacia otro lado. Lo que ha ocurrido con la película me ha sorprendido muchísimo, sobre todo ver cómo tantos medios de izquierda en el mundo han llamado por primera vez dictadura al régimen cubano al hablar sobre nuestra película. Eso es algo que trasciende el hecho fílmico y que me complace mucho.
‘El caso Padilla’ es además un hecho histórico que nos remite al presente de Cuba y de otros países con dictaduras similares...
Lo más curioso que ha ocurrido con la película es que desde Cuba le han dado mucha vigencia porque ha convivido con momentos en que se ha recrudecido la represión y las faltas de libertades en el país, donde de manera oficial han hecho un silencio absoluto vinculado a mi película. Sobre todo justo cuando se cumplieron los 50 años del caso Padilla, Abel Prieto co escribió un libro que pretendía ser el punto final, en él se vendía el caso como un error puntual de la Seguridad del Estado cubano y que no formaba parte de la rutina revolucionaria. Pero un año después sale esta película que desmonta completamente ese discurso.
Tu documental tiene la virtud de que no se pierde en el camino. ¿Cuándo te diste cuenta de la necesidad de esta estructura de actos dramáticos puntuales, construida como si fuese una ficción?
Absolutamente como lo estás diciendo. El planteamiento fue desde el principio: voy a hacer una película, voy a pensar como un guionista cinematográfico, como un cineasta no como un activista político, tengo que seguir la misma metodología para crear una obra de ficción, que es no enamorarme de mis personajes, no odiarlos, ¡ni al más odioso! Fue muy complicado pero lo hice como un cineasta, dejando a un lado mis filias y mis fobias.
También es un ejercicio de tomar ciertas distancia desde el punto de vista personal, ¿no?
Me olvidé de términos ideológicos. Siempre pongo de ejemplo que la revolución viene siendo la Inquisición y Galileo Galilei es Heberto Padilla, un hombre que se está negando a sí mismo, su historia, su pensamiento y su obra, y se somete a un suicidio moral. A la hora de construir el relato me lo pensé de esa manera, no puse ni buenos ni malos, cada personaje aquí tiene su objetivo. Y lo ideológico lo aparté, ya luego todo cae por su propio peso.
La columna vertebral de ‘El caso Padilla’ es esa reunión durante tres horas, con varias cámaras puesta por el régimen. ¿Qué te pasó por la mente cuando viste por primera vez ese ese material que estuvo oculto durante 50 años?
Imagínate de pronto que caiga en mis manos ese material, ¡fue una cosa tremenda! Por supuesto que me lo dieron para que hiciera una película, pero también estaba el conflicto de liberarlo tal cual. Empecé a verlo con mucho interés, pero me agotó, tuve que verlo en episodios porque es bastante aburrido y reiterativo.
Realmente me sentí muy afectado cuando vi por primera vez mi película editada, al punto que lloré, y ese que no era el corte final porque tuvo muchas transformaciones, pero en esencia es la misma. Al verla surgió una pregunta que no me había planteado durante el proceso: ¿qué hubiera hecho yo si me hubiera ocurrido lo que a Padilla? Probablemente lo mismo. Sentí vergüenza ajena, pena, desprecio hacia quienes le hicieron eso. La gente se cuestiona lo que dijo, hizo o no Padilla, si fue irónico, si fue un miserable… Se dice de todo, sin embargo poca gente le da importancia a lo que le hicieron a Padilla para que él llegara a eso.
Viendo cómo se está votando a nuevos presidentes, ¿crees que la gente se podrá dar cuenta de lo que le hicieron a otras personas como a Padilla?
Evidentemente hay un pase de cuentas en las sociedades. Que Javier Milei haya salido presidente de Argentina no es culpa de él, es de los que le precedieron. Salen estos presidentes ahora porque la gente dice ‘bueno, me voy con este loco a ver qué pasa’. Además, no le puedes decir a un joven que este mundo en el que vivimos injusto y cruel tiene otra alternativa y que los referentes sean Cuba, Venezuela y Nicaragua, ¿quién quiere vivir así? Como Vox en España, Milei tiene muchos votantes jóvenes.
Como que no vieron ‘Argentina, 1985’…
Es que no lo han sufrido. El cine es un medio progresista, y tal como dice Alejandro Hernández, uno de los productores de mi película, que él se siente muy cómodo entre sus sus colegas hasta el momento en que se habla de Cuba (se ríe) Entonces ya todo se desarma, los culpables son los norteamericanos con el bloqueo y eso justifica todo, incluso la represión. Ya la crisis de Cuba no es ni económica ni política, es humanitaria, y siento que comienzan a darse cuenta. Durante un año se ha estado hablando de Cuba en los medios más importantes de los países por donde ha pasado ‘El caso Padilla’, con una objetividad y con un sentido autocrítico tremendos y firmado por plumas de mucho peso.
Una de las particularidades de ‘El caso Padilla’ es que optas por usar solamente material de archivo. ¿Por qué desechaste tener cabezas parlantes actuales?
Una de las razones es que me canso de ver siempre el mismo tipo de documental; es como la plantilla impuesta desde Estados Unidos que marca mucho al documental mainstream. Se hace muy buen cine documental fuera de esto, lo que pasa es que se ve muy poco. Personalmente incluso en mis películas de ficción evito los diálogos en lo posible, no soporto que estén contando las películas como tampoco me gusta la voz en off.
Otra de las razones fue porque todo el que estuvo muy cerca del caso Padilla o vinculado desde la distancia, ya ha contado su historia. Entonces no veía mucho sentido entrevistar a los sobrevivientes porque también tengo una teoría, y que me ha pasado en muchos documentales sobre música o cualquier otro tema que he hecho, y es que voluntaria o involuntariamente se obvian detalles, se reencausan los discursos, la propia experiencia que te da la vida te hace ver los fenómenos de una manera diferente, la madurez lleva eso, como el olvido y la memoria te traicionan también. Preferí usar material cercano a la época, con esa voluntad de contar el relato y de no emitir juicios. Luego una cosa que disfruto mucho es trabajar con archivos, y todo está ahí.
Sin embargo es más fácil que te responda una cabeza parlante que rastrear un archivo en buenas condiciones ¿Qué tan arduo fue dar con todo ese material?
El mismo material de Padilla se tuvo que restaurar, así como el VHS con [Julio] Cortázar que apenas se veía o una entrevista a [Gabriel] García Márquez de Televisión Española que se veía fatal. A veces te funciona perfectamente la página de un periódico, pero cuando vas a gestionarlo o es muy caro o no te responden el email o sencillamente te dicen que no te lo dan. Me pasó mucho durante el proceso de montaje que tenía cosas que me funcionaban muy bien, pero me llamaba mi productora o mi documentalista Ana (Blázquez) para decirme que no se podía usar, y a ver con qué lo sustituía.
Constantemente estuve obligado a buscar alternativas y sin embargo la película nunca dejó de ser la misma. Creo que eso tuvo que ver con los momentos escogidos de la autoconfesión de Padilla que coloqué como una columna vertebral y estructura dramática, eso me permitió poder sustituir a veces con materiales totalmente diferentes al que yo había pensado. En el proceso tuve que mover momentos, cortar una frase un poco antes o después, hacer ajustes para que fuera un montaje elegante.
¿Cómo llegas a la alianza con el productor español?
‘El caso Padilla’ es una producción española, es cine español, pero Lía Rodríguez es cubana también, los dos somos españoles-cubanos por eso decidimos que la película también fuera cubana. Es cine cubano de la diáspora, que cada vez hay más, pero en Cuba los cineastas siguen luchando día a día, enfrentándose a la situación, dando la pelea.
¿El hecho de que sea una producción española proporciona otras libertades y otros recursos?
Recursos tuvimos muy pocos, luego ha habido fondos para la distribución, para ir a festivales, pero la película se hizo con recursos propios porque nos negaron las ayudas de los fondos que aplicamos. Es una película que asustó mucho antes de verse, porque aparte de los fondos negados, a otros no podíamos aplicar porque parte de nuestra estrategia de producción fue hacerla en secreto. No sabíamos si se nos cerrarían puertas al decir que estábamos haciendo una película sobre el caso Padilla, entonces hubo que mantener una discreción. La gente se enteró cuando se anunció que fue seleccionada para San Sebastián y luego para ir al Telluride, eso también condicionó que tuviéramos que hacerla con nuestros recursos, somos además muy pocos los involucrados.
Aparte del recorrido, las buenas críticas y el premio Platino, optas al Goya por Mejor documental, además de otras categorías. Desde tu punto, ¿por qué crees que tiene chance de colarse entre las nominadas?
No sé si tiene chance, no soy adivino, está entre las candidatas, en las listas de favoritas, etc. Fíjate que ganar el Platino me sorprendió...
¿Por qué te sorprendió?
Bueno, la película competía con con un gurú, un maestro del documental como Patricio Guzmán que venía de ganar el Goya precisamente. Luego siempre sentí que el componente ideológico podía influir justo en estos momentos que estamos viviendo, pensé que quizás premiar a una película como esta..., pero mira, ha sido todo lo contrario. Se ha visto como una cinta necesaria, un poco para barrer el piso y replanteárselo todo. Y aunque esté entre las candidatas en los Goya, pues tiene posibilidades como las tienen muchas.
¿No es mucha humildad de tu parte?
(Se ríe) No es humildad, es objetividad. Son más los premios que he perdido que los que he ganado, son más las películas que no he hecho que las que he hecho, son más los ‘no’ que he recibido que los ‘sí’, entonces lo entiendo como parte del sistema. Uno tiene que ir a esos lugares con las dos bolsas: la de ganar y la de perder, pero tampoco es perder. Hemos ganado muchísimo con esta película, me siento recompensado y si vienen más premios, mejor, porque además hace más visible el drama de mi país que también es importante. Lo bueno de pararme en un escenario para recoger un premio es que puedo hacer visible el drama de mi país, y más en una ceremonia como los Goya, que la ve tanta gente. Y ojalá llegara hasta los Oscar porque desde allí le puedo hablar al mundo entero.
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