Entrevista
Teresa Lozano: “Se pueden hacer muchas historias con una señora de más de 70 años, pero la edad es un tabú en esta sociedad”
La actriz, Premio Honorífico del Audiovisual Valenciano, reivindica el potencial de las mujeres mayores para interpretar personaje que vayan más allá de la abuela y la tía
Con el ‘Ay mamá’ de Rigoberta en la cabeza, inicio una videollamada con la actriz Teresa Lozano (Valencia, 1944), mi madre, que recibirá el Premio Honorífico del Audiovisual Valenciano en la gala de este sábado de los Premis Lola Gaos. Podría arrancar con “perdóname antes de empezar, soy engreída…”, pero dejaré las confesiones de lado para intentar hacer una entrevista ‘profesional’. "Mami, bájate un poquito la cámara que no te veo la cara. ¿Tú me ves?”, le digo para arrancar la conversación. “Sí, qué guapa estás con tanto rosa”, dice de mi ‘look’ chandalero de teletrabajo. A sus ochenta años y con una energía envidiable, vive a caballo entre Valencia, Madrid y Barcelona.
Ahora está en la capital catalana ensayando con Josep María Mestres ‘L’herència’, la premiada obra de Matthew López ambientada en la epidemia del sida. "He tenido muchos compañeros que desaparecieron en los ochenta, fue muy impactante”, recuerda afligida. Aunque su trayectoria está ligada a las tablas y a nombres como el Teatre Lliure, Lluís Pasqual, Miguel Narros o Carme Portaceli, su presencia en las pantallas ha ido creciendo: desde series populares (‘Amar es para siempre’) y de culto (‘Mujeres’) a comedias comerciales (‘Spanish movie’, ‘Mala persona’) pasando por thrillers descarnados (‘Que Dios nos perdone’) y dramas de época (‘La buena letra’).
“El audiovisual me interesa porque me obliga a controlar mi energía”, dice con ironía, un tono que nunca falta en sus reflexiones. Siempre memorizando texto de acá para allá y “buscando el personaje” con ahínco, es una trabajadora incansable, humilde hasta el exceso y completamente entregada a “la profesión”. Cuenta que fue Pasqual quien la impulsó a arriesgar al máximo. El director montó una peculiar versión de ‘El Rey Lear’ (2015) donde Núria Espert era el monarca y ella el bufón, ¡qué rapeaba!. “Núria era mi anclaje y con ella aprendí muchísimo. Pese al miedo y al terror, siempre me tiro a la piscina”, sentencia.
Su currículum incluye directores de la talla de Rodrigo Sorogoyen, David Trueba, Celia Rico o Luis García Berlanga. El cineasta valenciano le dio una de sus primeras oportunidades en el cine. Interpretaba a la reportera sensacionalista de ‘Todos a la cárcel’ (1993). Le aconsejó que se limitara a seguir la cámara entre los centenares de extras, pero mi madre se quedaba ensimismada admirando a Chus Lampreave y Agustín González. “Berlanga tenía un sentido del cine en el que había una parte muy importante de disfrute y juego. Él conocía muy bien la sociedad española y lo expresaba con una ironía y gracia increíbles”, reflexiona. "También tenía cierta amistad con tu padre, el pintor Francisco Lozano", le apostillo. “Sí, durante el rodaje, el abuelito se estaba recuperando de una operación y Berlanga me decía: ‘Dile a tu padre que no se ponga depresivo y que no se preocupe. Si no, que se venga aquí al rodaje conmigo”.
Precisamente cerca del pueblo de su padre, Antella (Valencia), Teresa rodó recientemente ‘La buena letra’ (2025), la adaptación de la novela homónima de Rafael Chirbes. De la experiencia destaca la inteligente versión de Celia Rico y el estilo de dirección relajado de la sevillana. Ambientada en la posguerra, hizo que se reencontrara con su infancia. “A mi nieta de ficción le enseñé a hacer unos juegos con cordones, con los dedos. El ocio de los niños de entonces no tiene nada que ver con el de ahora, el de mis nietas”, señala con la complicidad de quien les prestado el móvil en más de una ocasión.
De su juventud recuerda la Barcelona vanguardista de los setenta. Allí estudió interpretación con profesores como Albert Boadella (Els Joglars). Fue él quien le dijo que tenía vis cómica. Y, desde entonces, su trayectoria no se entiende sin la comedia. ‘Mujeres’ (2006) producida por El Deseo. es la que más ha disfrutado. No solo le permitió habitar el delicioso personaje de Palmira durante meses, también pudo tratar temas sociales de los que no se hablaba en la tele de entonces. “La cuestión de los homosexuales o los bisexuales ya aparecía. Ahí Félix Sabroso y Dunia Ayaso fueron muy avanzados”, señala.
Al techo de cristal del edadismo
Recordando a Emma Vilarasau en los Premios Feroz y su frase “hay que dejar de censurar la madurez de las mujeres”, reflexiona sobre el potencial de las actrices mayores. “Nosotras podemos ser más que la tía o la abuela. Me gustaría que los personajes tuvieran más problemáticas, algo más profundo”, reivindica tras haber interpretado a decenas de enfermas terminales, suegras beligerantes y abuelas cándidas. Hay varias excepciones, como Rodrigo Sorogoyen en ‘Que Dios nos perdone’ (2016). “Me pidió otras cosas. No se trataba de una señora enferma y ya está, sino de una señora que se daba cuenta de esto y de lo otro. Se dejaba entender lo que podía haber sido la relación con su hijo”, explica con cuidado para no hacer spoilers.
Como buena fan de las series, también alude a ‘Matlock’ (2024). Siempre es un gusto ver a Kathy Bates y más si interpreta a una astuta abogada a quien nadie ve venir: “No se dan cuenta de que puede tener buenas ideas debido a lo mucho que ha vivido, además de ser inteligente, porque se puede ser vieja e inteligente”, dice con sorna. Y añade: “Se pueden hacer muchas historias con una señora de más de 70, no solo hablar de la aceptación de la vejez o el amor en la vejez, pero la edad es un tabú en esta sociedad”.
Escuchándola hablar y en medio de la exaltación de sus reflexiones, siento ganas de entonar “mamá, paremos la ciudad, sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix”. Sin embargo, me limito a felicitarla por el premio y, ya de paso, pregunto si me nombrará en el discurso. “Pues he de decirte que sí. No te lo iba a decir, pero como me has preguntado…”, se excusa. Y me doy cuenta de lo acertada que es la canción de Rigoberta. “Mamá, perdóname, soy engreída…”.
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