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Entrevista

'El jardinero', un thriller de amor que floreció entre la autoría de Miguel Sáez Carral y el riego rápido y "respetuoso" de Netflix

Álvaro Rico y Cecilia Suárez interpretan a madre e hijo en esta serie de solo seis episodios ambientada en Pontevedra que mezcla una historia de amor y asesinatos

Madrid·Actualizado: 11.04.2025 - 05:30
Imagen de Miguel Sáez Carral, creador de la serie 'El jardinero'
Imagen de Miguel Sáez Carral, creador de la serie 'El jardinero' · Fotografía: Sharon López/Netflix

‘El jardinero’, que llega este viernes a Netflix, es la clásica historia de chico conoce chica y se enamora. Bueno, no, en realidad, todo es mucho más complicado que eso. Primero, porque Elmer (Álvaro Rico), además de jardinero, es asesino por encargo y no tiene la capacidad de sentir emociones. Segundo, porque resulta que Violenta (Catalina Sopelana) ha de ser su próxima víctima y no es tan ingenua como parece. Tercero, porque tiene una madre tan particular como posesiva, la China Jurado (Cecilia Suárez), que cuando detecta los primeros brotes de romance entre los jóvenes hace lo indecible por truncarla. Siente peligrar su relación madre/hijo, pero también su negocio (el de matar gente y usar los cadáveres como abono en su vivero). Con Miguel Sáez Carral, creador de esta serie de DLO Producciones para Netflix y guionista de la misma junto a Isa Sánchez, hemos hablado del origen de esta idea de thriller romántico, sus intenciones desde el guion, empatizar con un asesino, la relación en sintonía con la plataforma y los tiempos (rápidos) de la producción.

La nueva serie, en realidad, nace porque su creador quería contar una historia de amor. Con eso en mente, empezó a “sumar elementos” y a pensar “qué obstáculos podría tener una historia de amor y cómo contar una diferente y de una manera original”. Recuerda que primero aparecieron Elmer y Violeta y la idea de que él no podía sentir emociones. “A partir de ahí”, continúa, “empecé a crear el resto: que es un asesino, que tiene una madre…, y empezaron a aparecer toda una serie de obstáculos y dificultades para que esta historia de amor se concretase”. En la cabeza, siempre, un mantra que lo sobrevuela todo y que es un giro a esa frase tan popular que dice que “es mejor haber amado y haber perdido tal amor, que jamás haber amado”. En el caso de Elmer “su lema sea quizá que es mejor morir y haber amado que no haberlo hecho nunca”. Más allá de las razones médicas (reales o ficticias) que se dan en la serie para explicar por qué Elmer no puede sentir y por qué, de pronto, recupera esa capacidad, para lo que sirve esta condición es para dotarle de un plus de interés al personaje y una capa más a esa madre que se siente culpable (conducía ella) y que ha entrenado a su hijo para fingir emociones.

El problema es que Elmer perdió la capacidad antes de haber tenido la oportunidad de enamorarse y hay emociones imposibles de aprender a simular. De ahí su torpeza en las relaciones, pero también gracias a eso la serie disfruta de alguna que otra escena cómica y hasta tierna. Por otro lado, su singularidad también hace que su comportamiento sea juzgado de otra manera -sobre todo en comparación con quiénes lo usan o sí pueden sentir remordimientos y, aún así, no los sienten–. En resumen, que eso hace que el espectador pueda llegar a empatizar con él, un asesino en serie. También, como apunta Sáez Carral, se puede entender a la China Jurado porque, más allá de sus métodos y sus decisiones, “esa madre quiere a su hijo”, aunque “su amor es un poco enfermizo”. Y es que, llamémosla así, la torpeza emocional está muy presente en esta serie. Les pasa a ellos, pero también a Violeta, a la madre interpretada por Emma Suárez que encarga el asesinato de la joven ex de su hijo ahora muerto y a la pareja de policías que forman Carrera (María Vázquez) y Torres (Francis Lorenzo). Estos dos son los encargados de intentar resolver el caso desde unidad de Desaparecidos, donde no se sienten ni útiles, ni reconocidos.

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