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Crítica
'La memoria infinita', recordar para no olvidar
La nueva película de la chilena Maite Alberdi, presentada en Sundance, la confirma como una cineasta única, una de las mejores realizadoras de su generación

A Augusto los recuerdos se le van apagando. Le diagnosticaron Alzheimer hace diez años. Desde entonces, su esposa Paulina y él se dedican a hacerle trampas a su memoria para que su despedida sea más lenta, para que se quede un rato más con ellos evocando los momentos, que una vez creyeron inolvidables, de los 25 años que llevan juntos.
'La memoria infinita', la nueva película de Maite Alberdi que tuvo su estreno mundial en el Festival de Sundance (en la sección World Cinema Documentary), funge como el diario del desvanecimiento de la memoria de un hombre que al principio del filme dice en alto su nombre, “soy Augusto Góngora”. Como un juego, su esposa le completa la información: “Yo soy la Pauli, soy actriz, tú eres periodista y tienes dos hijos”. Augusto, echado en la cama, se ríe, “oye, tú sabes todo”, y celebra a quien también se convirtió en su cuidadora.
A lo largo de cuatro años Maite Alberdi les acompaña en su vida diaria, entrelazando el presente con imágenes y vivencias del pasado compartido de esta pareja conformada por la ex ministra de cultura Paulina Urrutia y el reputado periodista chileno Augusto Góngora. La cámara, que a veces explora la intimidad del hogar que asemeja a un mini paraíso, y que otras observa desde una respetuosa – y prudente - distancia, es testigo de momentos de alegrías y risas, de crisis producidas por la enfermedad, de (re)descubrimientos, como también del amor entre ellos, como una llama perpetua que ni siquiera el olvido absoluto podrá extinguir.
A la historia íntima de ambos se le une la de un país azotado por la dictadura de Augusto Pinochet. Fueron años durante los cuales Góngora se empeñó, como parte de su trabajo como reportero, en captar en imágenes la crueldad y la opresión de un régimen que hacía creer que reinaba ‘la normalidad’ mientras ejercía el terror. Dejar testimonio para que su gente no se olvidara de lo vivido y sufrido era su objetivo. La preservación del recuerdo colectivo frente al desvanecimiento de la memoria personal, la propia.
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