Industria
Ministros de Cultura de 22 países de la Unión Europea, entre ellos Urtasun, firman una carta defendiendo el cine comunitario
El titular español de la cartera ministerial viajó el pasado martes 13 de mayo a Bruselas para preparar la respuesta conjunta a las amenazas de Donald Trump

El pasado 13 de mayo, tal y como había anunciado tras reunirse con los principales agentes del audiovisual español, Ernest Urtasun, Ministro de Cultura, acudió a Bruselas convocado por la Unión Europea. En el seno del poder comunitario, todos los titulares de las carteras culturales de la UE se reunieron para dar una respuesta conjunta a las amenazas arancelarias de Donald Trump. Poco había trascendido del encuentro, más allá de la entrevista concedida por Urtasun a RTVE: "Si lo que se pretende es que las grandes producciones norteamericanas pasen por encima de la diversidad [europea] no lo van a conseguir", dijo el ministro de Sumar, en una respuesta clara que ahora encuentra su refrendo. En una carta abierta, y publicada en varios medios europeos a última hora del viernes 16, un total de 22 ministros de Cultura (y homologables) de la Unión Europea, entre ellos el español, reivindican el cine continental: "Nosotros, ministros de cultura, llamamos a abrir los ojos sobre la riqueza de nuestro propio cine".
"En un momento en que las palabras “diversidad” y “libertad” se vuelven contra sí mismas, en un increíble vuelco de valores, en un momento en que Europa redescubre la urgencia de defender lo que es y lo que más valora, nosotros, ministros de Cultura de la Unión Europea, hacemos un llamado a un despertar colectivo en favor de una Europa de la Cultura, en la que el cine debe ser un componente central", se puede leer también en el documento, presentado en el marco del Festival de Cannes y que, según explican los medios franceses, ha tenido a Rachida Dati (ministra de Cultura gala) como principal impulsora.
Carta abierta de 22 ministros de cultura de la UE
El cine europeo solo representa un tercio de las entradas en salas en Europa (y algo menos en lo que respecta a las audiencias de los servicios de streaming). Sin embargo, nuestro séptimo arte ha sido históricamente un motor de nuestra unión, con un mestizaje de creadores y creadoras y de talentos que han ingresado en nuestro Panteón cinematográfico común, así como también en el patrimonio mundial.
Pero hoy, de Lisboa a Helsinki, de Dublín a Atenas, aunque cada país sigue apegado a su cine nacional, lo cierto es que el imaginario hollywoodense es el que más comparten los públicos europeos (y el imaginario asiático para las nuevas generaciones).
Conocemos las causas: mientras otras cinematografías avanzan en formación cerrada en la competencia mundial de imágenes, nuestro cine avanza en orden disperso, con una multitud de actores y actrices que sueñan en lenguas y culturas diferentes. Porque lo propio de la identidad cultural europea es ser diversa y reivindicarlo.
El reto que hoy debe unirnos es hacer de esta diversidad cinematográfica un componente de pleno derecho en una afirmación de soberanía cultural europea, en un contexto en el que se perfila la amenaza de la imposición de una lógica de guerra comercial global en el sector cultural, con el cine como principal objetivo.
Esta 78 edición del Festival de Cannes nos brinda la oportunidad de constatar nuestro extraordinario logro colectivo. De las últimas diez Palmas de Oro, siete fueron europeas. Entre las películas de las distintas secciones de este año, el 62 % son europeas. Grandes nombres del cine, como Joachim Trier, Jean-Pierre y Luc Dardenne, Mario Martone, comparten espacio con toda una nueva generación de directoras y directores: Zuzana Kirchnerová, Tarik Saleh, Julia Ducournau, Mascha Schilinski, por mencionar solo algunos. La sangre nueva nunca ha dejado de correr por las venas del Viejo Continente.
Estamos sentados sobre una mina de oro y no somos lo suficientemente conscientes de ello. Nuestro firme compromiso con la defensa de la diversidad de nuestras culturas –que se concretó hace veinte años con la Convención sobre la Diversidad Cultural en la UNESCO– nos ha permitido preservar un panorama cinematográfico abundante, cambiante, inclasificable.
En materia de cine, Europa cree en la diversidad, en la sorpresa, en el impacto, a veces. Creemos en las películas arraigadas en una realidad histórica, social, humana, que resuenan en quienes provienen de ella y que atraen a quienes la descubren. Creemos en los pequeños milagros cinematográficos que unen más allá de las fronteras. Creemos en las películas que no le gustan a todo el mundo. El Festival de Cannes puede dar fe de ello: tenemos una larga tradición de disputas cinematográficas legendarias, homéricas, vivas, que no cambiaríamos por nada del mundo por un paisaje fílmico monocromático.
Ciertamente, es difícil definir con precisión los contornos de un imaginario europeo, a diferencia de otros imaginarios geográficamente bien identificables. Pero tal vez ese sea el mayor cumplido que se les puede hacer a nuestros cineastas, por quienes defendemos con uñas y dientes la libertad de crear desde lo singular, una libertad absoluta que también defendemos para los demás.
Los cines del mundo no se equivocan: también buscan asociaciones con Europa, atractiva para los rodajes internacionales gracias a nuestra experiencia técnica y a ese espíritu europeo que nos caracteriza.
En un momento en que las palabras “diversidad” y “libertad” se vuelven contra sí mismas, en un increíble vuelco de valores, en un momento en que Europa redescubre la urgencia de defender lo que es y lo que más valora, nosotros, ministros de Cultura de la Unión Europea, hacemos un llamado a un despertar colectivo en favor de una Europa de la Cultura, en la que el cine debe ser un componente central.
Se trata de ampliar el horizonte de lo posible, despertando en el público europeo el deseo de conocer mejor la filmografía de sus vecinos más cercanos. Mucho se ha hecho ya en ese sentido. Pero podemos y debemos –el contexto internacional nos lo exige– ir aún más lejos.
Y para ello, debemos ante todo liberarnos del discurso que atribuye el éxito mundial de una película únicamente a sus cualidades cinematográficas, fingiendo no ver el despliegue financiero, comercial e incluso político necesario para que conquiste todos los puertos. El cine es un arte; también es una industria. Por lo tanto, hacer que las películas circulen más allá de sus fronteras requiere una estrategia coordinada y una voluntad política firme. Esa voluntad la tenemos, más que nunca.
Queremos unir nuestros esfuerzos para apoyar aún más la difusión de las obras en toda Europa, ya se trate de creaciones recientes o del patrimonio cinematográfico. Queremos que el cine europeo ocupe el lugar que le corresponde en todos los medios de difusión en Europa, que sea valorizado, contextualizado, que se encuentre cuando se busca y hasta cuando no se busca, pese a los algoritmos.
Queremos que Europa siga siendo ese gran territorio de coproducciones que nos ha ofrecido tantas referencias comunes, relatos compartidos y rostros familiares. Recientemente, tanto en el cine como en el audiovisual, hemos demostrado de lo que somos capaces cuando unimos fuerzas: las películas 'El acontecimiento' o 'The Square', la cinta de animación 'Flow', el documental 'Timestamp', las series 'Parliament' o 'Kaboul' son joyas nacidas de colaboraciones europeas y pruebas de que nuestros cineastas saben hacerlo todo.
Estas dos urgencias –crear mejor juntos y compartir mejor nuestras obras– las convertiremos en una prioridad en la agenda europea de los próximos meses. Las proclamamos hoy como acciones absolutamente estratégicas para nuestra soberanía europea y cultural. Las afirmamos como se afirma aquello que nos une, y aquello que somos como europeos y europeas.
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