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VIDEOCOLUMNA
'La homilía' de Pedro Vallín. La pleamar del mundo y la dualidad de los paisajes costeros
El ciclo oceánico de las mareas dispone un mecanismo narrativo que une dos mundos, como contaba la película 'El recuerdo de Marnie' (2014)

La preciosa película 'El recuerdo de Marnie' (2014), de Hirobama Yonebayashi para Estudio Ghibli, basada en la novela 'Cuando Marnie estuvo allí '(1967), de Joan G. Robinson, pasó inadvertida en España, en su estreno en 2016, debido a su coincidencia con 'El cuento de la princesa Kayuga' (2013), de Isao Takahata, así que no produjo mucha literatura crítica y, en general, la que hubo la trató con inmerecida condescendencia por carecer de la ambición estética de la segunda. Sin embargo, 'El recuerdo de Marnie' es uno de los ejemplos más elocuentes de la dualidad del paisaje costero y del papel de las mareas en la transformación formal y sustancial del mundo.
Estando Japón a merced del océano, como un balcón ante al Cinturón de Fuego del Pacífico, no es de extrañar que japonesa sea la palabra que se ha impuesto a maremoto para denominar la subida repentina de las aguas: tsunami, que quiere decir “ola que cubre la bahía” (y que, por cierto, como saben los aficionados a los videojuegos es el antónimo del bautismo de la productora Konami, un juego de palabras con los nombres de los tres fundadores que literalmente significa “pequeña ola”). Por eso, la condición dual del paisaje, su transformación por la subida y bajada de las aguas es una constante en el cine de Ghibli, y aparece ya en 'El viaje de Chihiro' (2001), en la extraordinaria escena del tren que cruza la zona inundable y, claro, en 'Ponyo en el acantilado' (2008), preciosa fábula sobre un tsunami, ambas del maestro Hayao Miyazaki.
En todas ellas, Marnie, Chihiro y Ponyo, la mecánica de las aguas es un puente entre dos mundos, el mundo en vigilia y el mundo onírico, el mundo visible y el mundo secreto, el mundo real y el mundo fantasmático. También funciona como un ciclo de conexión/desconexión con lo real, de modo que la mansión fantasma de la película de Yonebayashi es accesible a pie durante la bajamar pero ha de haber un bote en el embarcadero para que Anna, la chica protagonista, pueda regresar.
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