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VIDEOCOLUMNA

'La homilía' de Vallín. 'Deadpool' es la Nada que devora Fantasía: una reivindicación de la ficción

La ruptura de la cuarta pared y los chistes metacinematográficos son una abdicación de los deberes de la ficción. El antídoto es Bastián habitando dentro de esa ficción

Madrid·Actualizado: 29.11.2024 - 07:00
El periodista Pedro Vallín, durante la séptima de las ediciones de su video semanal 'La homilía'
El periodista Pedro Vallín, durante la séptima de las ediciones de su video semanal 'La homilía' · Fotografía: KINÓTICO

La caída del velo que convencionalmente separaba lo íntimo y lo público, lo privado y lo social, de la que hemos hablado en Kinótico semanas atrás, no es un fenómeno originario de la revolución digital sino un fruto de la modernidad de las sociedades occidentales y su progresiva transparencia. En cierta medida, está relacionado con la muerte de los dioses y el triunfo del positivismo ilustrado, con el fin de la magia como elemento vertebrador del mundo. Aterrizando en el cine, un complemento de carácter excepcional como eran los documentales sobre rodajes se convirtió en ordinario a partir ya de los años ochenta. De catedrales como 'Corazones en tinieblas' (1991), de Eleanor Coppola, sobre el rodaje de 'Apocalyse Now' (1978), a los prosaicos y estandarizados making of, el cine se convirtió en un mago empeñado en explicar sus trucos, cortejando el escepticismo de los espectadores. La suspensión de incredulidad y la desaparición del yo consciente en la sala, condición de posibilidad del hecho cinematográfico, fueron puestas contra las cuerdas.

El impulso era virtuoso en origen: buscar lo genuino, hallar lo verdadero detrás de los velos de las convenciones sociales, los dogmas religiosos o los relatos políticos. Las sociedades occidentales, por así decir, querían que todos los relojes del mundo tuvieran una esfera transparente que permitiera contemplar el delicado mecanismo de filigrana que mueve las agujas. En pos de esa autenticidad, la sinceridad cruda sustituyó como ideal de conducta a las convenciones del respeto cortés y de los buenos modales.

'Matrix' (1999), de las hermanas Wachowski, explica ese tránsito, que cierra el siglo XX y da paso al XXI: nadie quería ser Cifra y comerse el suculento filete de ficción, por sabroso que estuviera, todos queríamos ser Neo y poder ver la catarata de números verdes, el bastidor del mundo aparente, aunque eso nos llevara a habitar en un pozo infecto y oscuro. 'Matrix' es pues una enmienda a la totalidad de 'Tron' (1982), la célebre película de Steven Lisberger para Disney.

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