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VIDEOCOLUMNA
'La homilía' de Pedro Vallín. Liberad las torres 'input-output'
En 1982 'Tron' previó que la libertad dependía de los accesos, no de la autonomía individual: hoy aquel malvado Control Central de Programas los ha cerrado
La imaginativa y arriesgada 'Tron' (1982), de Steven Lisberger, que ratificaba al Disney de los ochenta como uno de los estudios de Hollywood con más propensión al riesgo creativo y al descalabro comercial, no anticipó la existencia de Internet como el ágora pública mundial que es, pero sí la hipótesis de un espacio virtual en el que se citaban los programas informáticos y cuya libertad tenía que ver con sus fronteras: un sistema abierto al mundo exterior a través de “las torres input-output”, gracias a las cuales los programas podían comunicarse con sus creadores. Es decir, las torres de entrada y salida de datos eran la base de la libertad del sistema, los templos que conectaban con un ser superior del más allá sin mediación de sacerdote o pastor.
En la fábula que proponía la película, la operación de esas torres era restringida por el malvado Control Central de Programas, una IA a la que el ejecutivo de la corporación Encom, Ed Dillinger (David Warner) había entregado el gobierno de la parrilla de juegos para ocultar el robo de propiedad intelectual al joven programador Flynn (Jeff Bridges), condenado al ostracismo de regentar un salón de juegos arcade, lo que por aquel entonces se llamaba por aquí una “sala de máquinas”. En la aventura, Flynn es absorbido por el espacio virtual cuando intenta encontrar los datos del crimen de que fue objeto, y una vez allí pugna por devolver la libertad a ese mundo reabriendo las torres de conexión con el plano superior. El propósito de Flynn podemos resumirlo en convertir los templos, allí donde los hechiceros median en la comunicación con el más allá, en puertas de embarque.
Lo interesante del caso es que dos décadas antes de que se generalizase Internet, Lisberger ya identificó uno de los atributos de los mundos virtuales: en la conexión y el acceso, y no en la posibilidad de conducirse con autonomía, descansa la verdadera condición de libertad del espacio que se habita. Entrar y salir del territorio a voluntad es mucho más importante que poder dar vueltas dentro a discreción.
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