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VIDEOCOLUMNA

'La homilía' de Vallín. El asesino de nadie, el asesino de todos

El western 'Una bala sin nombre', de Jack Arnold, narra la llegada de un asesino a sueldo a un pequeño pueblo, que se descompone al ignorar quién será la víctima

Madrid·Actualizado: 04.04.2025 - 05:30
El periodista Pedro Vallín, durante la nueva edición de su video semanal 'La homilía'
El periodista Pedro Vallín, durante la nueva edición de su video semanal 'La homilía' · Fotografía: KINÓTICO

El nombre del cineasta Jack Arnold está asociado a la serie B hollywoodiense de los años cincuenta, un periodo prolífico en el desarrollo de producciones de género (terror, ciencia ficción, wéstern, comedia…) de presupuesto reducido y rodaje acelerado, que en su caso cobra relevancia a partir del estreno de 'Llegó del más allá' (1953), y cuya cumbre será 'El increíble hombre menguante' (1957), convertida en absoluto clásico de la ciencia ficción y uno de los hitos del género. En esa década, entre 1953 y 1960, Arnold dirigió la friolera de veinte largometrajes y, amén de las citadas y del documental que abre la década 'With this hands' (1950), nominado al Oscar, a ese periodo corresponden otros clásicos de la serie B como 'Creature from the Black Lagoon' (1954), rodada en un rudimentario 3D, su secuela 'La venganza del monstruo' (1955), en la que debutó Clint Eastwood, '¡Tarántula!' (1955), que no hay que explicar de qué trata, 'Regreso a la tierra' (1955), otro título de culto de la ciencia ficción, y westerns como 'Sangre en el rancho' (1956) o el título que hoy nos ocupa, 'Una bala sin nombre' (1959).

Casi todas las antedichas, por cierto, las tenéis disponibles en Filmin y en alguna otra plataforma con catálogo de cine clásico, como Prime Vídeo. El argumento de 'Una bala sin nombre' es muy parco y, precisamente por eso, por evitar la verbosidad de quienes quieren decir todo lo importante, hace vibrar armónicos de fábula moral en cualquier época, remitiéndonos a estructuras clásicas de las parábolas bíblicas o del teatro grecolatino. Un asesino a sueldo, John Gant (Audie Murphy, un actor prolífico de los wéstern de serie B) llega al pequeño pueblo de Lordsburg y se registra en el hotel. Su nombre y su sanguinaria firma son conocidos en todo el territorio del Oeste, así como su letal modus operandi: se limita a provocar a su víctima y luego matarla en defensa propia. Por eso, el sheriff Buck Hastings (Willis Bouchey, otro rostro clásico cuyo nombre nadie recuerda) no puede hacer nada contra él. Pero su sola presencia descompone el pueblo.

Todos temen ser la víctima que Gant ha venido a buscar, desde el potentado Stricker (Karl Swenson) y el banquero Pierce (Whit Bissell), que estafaron a Ben Chaffee (John Alderson), un modesto buscador de oro, obligándolo a compartir la propiedad de su mina, hasta ese mismo emprendedor burlado, pasando por una pareja de adúlteros huidos del Este, el sheriff o el alcalde. La taciturna presencia de Gant, que se limita a jugar al ajedrez con el protagonista del filme, el honesto y pacífico médico Luke Canfield (Charles Drake), y a tomar un café tras otro en el salón, destruye la convivencia en Lordsburg. Llevados por el pánico, los adinerados Stricker y Pierce tratan de comprar a Gant, ofreciéndole lo que pida por dejar el pueblo. Pero Gant se niega y el banquero ante la evidencia de que no puede comprar su salvación acabará volándose la cabeza en su despacho incapaz de soportar la espera, mientras la paranoia se extiende por doquier y empieza a latir la semilla de un linchamiento. Lo dejamos aquí, si quieren conocer el desenlace tendrán que ver esta pequeña filigrana del wéstern barato.

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